A falta de políticas concretas por parte del Estado para saldar las deudas morales y legales con el pasado, los productos culturales han cobrado una vital importancia para mantener en tensión un campo cada vez más lleno de interrogantes. Un recorrido por los casos más mediáticos de los últimos meses.
Un año después de la inauguración de la primera parte del Lugar de la Memoria, la Tolerancia y la Inclusión Social (LUM), en los tres pisos principales aún retumba cada paso debido al vacío. Lo único que hay son dos pequeñas macetas con las que los trabajadores de limpieza tratan de dar vida al lugar.
A falta de oficinas, Denise Ledgard, la directora nacional del proyecto museográfico que ocupará el edificio, revisa algunos apuntes en una pequeña habitación del sótano. A pesar que le decían que el proyecto era como el Titanic hundiéndose, Ledgard asumió el liderazgo del trabajo en julio de 2013 debido a que la tarea sintetizaba su experiencia en políticas públicas y derecho penal internacional. “Era un proyecto sin presupuesto y con un apoyo político poco claro. Eso hacía dudar de su éxito. Pero también era un reto”, recuerda.