Publicado originalmente en El Espectador de Colombia.
Metta Anderson ha dedicado la segunda parte de su vida a retratar la ciudad de Bogotá. Le costó cincuenta y tres años entender que su interés por el arte no era una enfermedad. Hoy, en su puesto del mercado de San Alejo, espera ganar unos pesos para pagar el recibo de la luz. No quiere saber nada del pensamiento norteamericano que dejó atrás. Lo único que le interesa es la luz y las sombras de la arquitectura de la ciudad.

Cinco fotografías cuelgan de una tira roja de nylon que Metta Anderson, de 68 años, ha amarrado en su puesto del Mercado de Pulgas de San Alejo. Las imágenes son conocidas pero no tanto. ¿Esta es Bogotá?
Los miembros del mercado son quinientas familias que, dependiendo de su mercancía, llegan todos los domingos desde las ocho de la mañana con mochilas, maletas, camionetas o camiones de mudanza. Metta lo hace con una maleta de ruedas American Tourister beige de diez kilos con las fotografías que ha seleccionado para el día.
Metta cubre su mesa con un mantel blanco de plástico, asegura tres fotos a la mesa con ganchos, arma una caja de cartón donde acomoda de pie el resto de las fotos y amarra a una cadena su portafolio, que tiene el título La Pequeña Galería Dominical escrito a mano en un pedazo de cartulina bajo el forro de plástico. El título es una estrategia de optimismo: si no vende, por lo menos ha expuesto su obra. Sigue leyendo «Sombras y luces de una fotógrafa en el exilio»